A 30 años de la patada de Cantona: fútbol, fascismo y los peligros de la banalización

El 25 de enero de 1995, Eric Cantona dejó su huella en la historia del fútbol con una «patada voladora» que, más allá de lo deportivo, marcó un antes y un después. Fue su respuesta a los insultos racistas de un hincha del Crystal Palace, un acto que, aunque polémico, señaló el hartazgo frente a la intolerancia y la violencia que permeaban (y aún permea) los estadios. Hoy, a tres décadas de aquel suceso, nos preguntamos: ¿qué ha cambiado realmente?

El contexto actual revela tensiones similares. Hace poco, Elon Musk —uno de los hombres más influyentes del mundo— realizó un gesto asociado al fascismo, banalizando ideologías que representan violencia y exclusión. Esto no ocurre en el vacío. El fútbol, que debería ser un espacio de identidad y colectividad, también se ve atravesado por discursos de odio, cánticos racistas y expresiones de xenofobia. Así como puede ser un espacio de resistencia, el deporte también reproduce las contradicciones y las desigualdades de nuestras sociedades.

En los años 90, el acto de Cantona fue más que una reacción impulsiva: simbolizó un grito de resistencia contra el racismo normalizado. Hoy, sin embargo, la violencia simbólica no solo persiste, sino que se amplifica con la complicidad de figuras públicas y plataformas globales. Frente a esto, cabe preguntarse: ¿puede el fútbol resistir la cooptación de discursos autoritarios y recuperar su potencial transformador?

Treinta años después, la «patada de Cantona» no es solo un recuerdo; es un recordatorio de que el fútbol trasciende lo deportivo. Es un espacio donde las luchas por la inclusión, la justicia social y la memoria colectiva aún están en juego. Rescatar su esencia significa rechazar la banalización del odio y mantener viva la disputa simbólica por una sociedad más justa.

La reflexión hoy apunta al ¿qué significa el fútbol como espacio de resistencia? y ¿como podemos desde nuestra trinchera hacerlo un lugar libre de discursos de odio?

Bastián Becerra

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