Neurodivergencia: una deuda pendiente con nuestras infancias

Durante el año 2024, junto a profesionales del área de salud y educación, realizamos una investigación sobre la realidad de los niños y adolescentes con diagnósticos de Trastorno del Espectro Autista (TEA) y Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH) en la comuna de Villa Alemana y sus alrededores. Lo que descubrimos fue  alarmante: una profunda brecha en el acceso a diagnósticos, tratamientos y  acompañamiento profesional para niños neurodivergentes, especialmente en sectores  de bajos recursos. 

Una realidad invisible pero urgente 

En Villa Alemana, según datos del censo 2024, viven 139.571 personas. De ellas, más de 25.000 son menores de 14 años. Esta franja representa el 17,2% de la población  comunal y constituye una generación que necesita, hoy más que nunca, un sistema de  salud, educación y apoyo comunitario que esté a la altura de sus necesidades. 

Lamentablemente, muchas familias no tienen acceso a una atención oportuna y  especializada. Una consulta con un neurólogo infantil bordea los $70.000, y en la  mayoría de los casos, debe repetirse para confirmar diagnósticos o ajustar tratamientos.  Esto sin contar las largas listas de espera en el sistema público, donde las horas suelen  asignarse en hospitales de otras comunas —como el de Quilpué— con demoras de  hasta dos años. El traslado, en muchos casos, es un lujo que estas familias no pueden  permitirse. 

Conocimos casos directos de niños que no pueden acceder a sus tratamientos  farmacológicos por falta de recursos o porque no hay profesionales disponibles para la  receta correspondiente. Esta situación no solo retrasa su desarrollo, sino que también  genera una sensación de abandono en sus familias. 

El costo de la exclusión 

Además de los diagnósticos médicos, los tratamientos implican múltiples terapias  complementarias. Una sesión de fonoaudiología, terapia ocupacional o psicopedagogía  puede costar entre $20.000 y $30.000 (por sesión, considerando 4 al mes por cada una).  Sin embargo, muchos niños requieren la combinación de dos o más profesionales para  abordar correctamente sus conductas, habilidades comunicativas e interacciones sociales.

Nos tocó conocer familias con más de un integrante diagnosticado con TEA y  condiciones asociadas como el trastorno oposicionista desafiante. En todos los casos,  los altos costos y la escasez de profesionales los obligan a postergar o abandonar el  tratamiento. El resultado: niños sin contención, padres desesperados, y escuelas sin  recursos para responder. 

En este proceso también nos encontramos con madres solteras que, sin apoyo  institucional, han debido enfrentar solas los múltiples rechazos que sus hijos reciben en  el sistema escolar. Nos relataron casos donde un mismo niño ha pasado por más de siete colegios en solo seis años, debido a la falta de comprensión, adaptación y  contención frente a su condición neurodivergente. Por lo demás, muchas de estas  madres se ven obligadas a trabajar de noche como conductoras de aplicaciones como  Uber o Didi, ya que es la única forma de poder subsistir económicamente. Este es un  tema que revela una deuda gigantesca que tenemos como sociedad con las madres sin  apoyo, quienes cargan solas con una responsabilidad que debería ser compartida por el  Estado y la comunidad. 

Escuelas que no dan abasto 

En este contexto, los programas de Integración Escolar (PIE) en los colegios se ven  sobrepasados. Profesionales sin materiales, sin salas adecuadas, sin tiempos de  atención individualizada. La inclusión queda en el papel, mientras en el aula la  sobrecarga emocional y conductual de muchos niños se convierte en motivo de  expulsión o aislamiento. 

Una grave omisión es la falta de evaluaciones sensoriales que permitan comprender  cómo los estudiantes neurodivergentes procesan la información. Estas “pruebas  sensoriales” pueden detectar, por ejemplo, hipersensibilidad a los ruidos. Sin esta  información, el sistema educacional queda a ciegas. Imaginemos una clase de historia  donde se proyecta un video con sonidos de guerra: si no sabemos que un alumno  presenta sensibilidad auditiva, el resultado puede ser una crisis de desregulación  emocional, afectando no solo al estudiante, sino también al entorno. 

El TDAH sigue siendo minimizado 

El Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH) continúa siendo  malinterpretado como una fase pasajera o un problema de conducta. Sin embargo, se  trata de un trastorno neurobiológico con componentes genéticos y ambientales, que  afecta la atención, la autorregulación y la impulsividad. 

Su diagnóstico y tratamiento requieren un enfoque profesional y personalizado. A pesar de ello, no existe una política pública clara ni un plan de acción comunal o nacional para  abordarlo como corresponde. El proyecto de ley que busca reconocer el TDAH y  garantizar derechos para quienes lo viven fue presentado al Congreso, pero al día de  hoy no ha tenido avances significativos. 

La urgencia de una red de apoyo real 

En nuestra comuna, el Departamento de DIDECO cuenta con una sala integrativa  donde se ofrecen terapias de fonoaudiología y terapia ocupacional. Sin embargo, la alta  demanda y la falta de profesionales impiden una atención sistemática y continua. Esta  sala, aunque valiosa, no logra cubrir las necesidades reales de la población. 

Además, muchas familias desconocen cómo actuar ante una crisis de desregulación  emocional de sus hijos, generando un entorno familiar estresado, desinformado y sin  contención. El daño no es solo al niño, sino al sistema de relaciones que lo rodea. 

Neurodivergencia: otra forma de ser, no una enfermedad 

La neurodivergencia no es una enfermedad, sino una forma distinta de experimentar el  mundo. Engloba condiciones como el TEA, el TDAH, la dislexia, entre otras. Estas  personas no deben ser corregidas, sino comprendidas, acompañadas y respetadas. 

La Ley N° 21.545 —conocida como Ley de Autismo— avanza en esa dirección,  reconociendo derechos fundamentales en salud, educación y trabajo. Pero mientras la  legislación avanza, la realidad en comunas como Villa Alemana demuestra que aún estamos lejos de una implementación efectiva. 

Nuestro llamado a la acción 

Si no logramos fortalecer el sistema de apoyo —desde salud primaria hasta las  escuelas— seguiremos perpetuando un círculo de exclusión para miles de niños y niñas  neurodivergentes. 

Es hora de exigir políticas comunales concretas: centros especializados, más  profesionales PIE, salas sensoriales en colegios, campañas de sensibilización  comunitaria, fondos municipales para apoyar tratamientos y, por supuesto, el avance  legislativo para incluir condiciones como el TDAH con la seriedad que merecen. 

Poder estar a tono con nuestra sociedad es nuestro deber como ciudadanos. Exigir a  nuestras instituciones un compromiso real es un acto de responsabilidad colectiva. Porque no se trata solo de estadísticas, sino de rostros, familias y futuros que hoy  necesitan ser escuchados y protegidos.

Arantxa Palma

Ingeniera en Gestión Industrial con más de 10 años de experiencia en liderazgo de proyectos, marketing digital y estrategias comerciales.

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